Por Francisco Marín. Santiago de Chile, 1981. El autor tiene estudios de psicología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Desde temprana edad incursionó en el mundo lírico, especializándose en la historia de la ópera. El año 2018 dirigió un proyecto de rescate de grabaciones inéditas de Ramón Vinay y Claudio Arrau, digitalizándose veinticinco horas de audio, seleccionadas en una curatoría en conjunto con José Manuel Izquierdo y que corresponden a conciertos, ensayos, entrevistas y eventos sociales de carácter histórico. El material fue donado a la ciudad de Chillán. Marín dirige el sitio especializado Ópera Chile. Fuente: www.operachile.com Fotografía: Dominio público.
Ramón Vinay es sin dudas, el cantante de ópera chileno más conocido en el mundo. Sus grabaciones, casi todas en vivo, son un referente para los nuevos intérpretes y audiencias. La forma de encarar su carrera lo hicieron un personaje moderno, un adelantado a su tiempo. Respondió a la sensibilidad de post guerra, en la que en el arte ya no sólo se buscaba belleza; el arte debía reflejar la totalidad del espectro emotivo, es decir el ser humano en integral.
Nacido un 31 de Agosto de 1911 en Chillán, Chile, nunca dejó de sentirse chileno; pese a que su acento denotaba los años transcurridos en Francia, México y gran parte del mundo. Su padre se llamaba Jean, era francés y había nacido en los alrededores de Larche, a pocos kilómetros de la frontera italiana. Llegó a Chile en 1888. Los negocios fueron la principal razón que lo llevó a un lugar tan distante. Se dice que era una persona distinguida, educada: un señor a la antigua. Jean se instaló en la Araucanía y no mucho tiempo después de haber llegado se casó con Gumercina Geldres, oriunda de Temuco, con quien tuvo un solo hijo, Antonio. Pero no vivió mucho para disfrutar de su retoño, muy pronto este francés alto y bien parecido quedó viudo, a cargo del pequeño.
Jean Vinay, otra vez movido por motivos comerciales, se mudó a la ciudad de Chillán, donde luego de algunos años, se casó nuevamente, esta vez con Rosa Sepúlveda. Con ella tuvo otros tres hijos: María Antonieta Sebastiana, Otto y Ramón Mario Francisco; un niño inquieto, vivaz, que absorbía rápidamente la información del mundo que lo circundaba.
En Marzo de 1914, Jean viaja a Francia a comprar maquinarias para su empresa, una fábrica de espuelas y artefactos afines. En ese país fue sorprendido por el inicio de la Primera Guerra Mundial, siendo enrolado inmediatamente en el Ejército. Cuando en 1917 obtuvo un mes de descanso, pudo desertar y volver a Chile. Lamentablemente, ese mismo año su esposa Rosa había fallecido, quedando solo y viudo, al cuidado de sus cuatro hijos.
Cuando en 1920, se declaró la amnistía para casos como el suyo, pudo volver a Francia con sus niños. En ese momento, Ramón tenía nueve años. En tierras galas, Ramón no tuvo problemas para adaptarse gracias, entre otras cosas, a su gran memoria. Pasar de vivir en Chile a hacerlo en Digne, en la Provenza, no fue un problema. Él mismo contaba que el francés lo aprendió en sólo tres meses.
Ramón deseaba ser violinista, pero su padre quería que fuera arquitecto. Esto los llevó a tener continuos choques. En 1928, con 17 años de edad, Ramón viaja a Ciudad de México, en un traslado que respondía a una suerte de castigo. Este nuevo cambio fue difícil, tuvo que volver a aprender el español y se encontró solo en una ciudad que desconocía, haciendo labores de obrero que no esperaba realizar. Su capacidad de trabajo y adaptación, le hizo escalar posiciones rápidamente en una empresa familiar perteneciente a lejanos parientes de su abuela paterna. Pero, Ramón sentía la necesidad de independizarse completamente, por lo que junto a su hermano Otto inicia una negocio de venta de implementos médicos y cajas de cartón para embalar medicinas.
En ese tiempo, le gustaba entonar canciones mexicanas y francesas que había aprendido de oído. Así fue como llegó donde un maestro de canto que cambiaría su vida e influiría en toda la música latinoamericana. Ese maestro era José Pierson, profesor de grandes cantantes mexicanos como Pedro Vargas, Jorge Negrete, Alfonso Ortiz Tirado, Juan Arvizu, Fanny Anitúa y un largo etcétera. El maestro Pierson quedó encantado con la voz de este joven chileno y le entregó las primeras nociones de técnica y disciplina vocal. Le tomó un tiempo decidir si era tenor o barítono, aunque finalmente se resolvió por lo último, recomendándole cantar ópera. En Septiembre de 1931 debuta como don Alfonso en "La Favorita" de Gaetano Donizetti en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, teatro que aún no se inauguraba oficialmente.
Por ese entonces, también se presentaba en transmisiones radiofónicas que le dejaban ingresos adicionales, que invertía en su empresa donde aún trabajaba y donde habría de encontrar a la que sería su esposa y madre de sus dos hijos, María de los Ángeles Padilla.
Fueron años en los que su siempre escaso tiempo se dividía entre la fábrica y sus conciertos en las radios. Presentaciones que cada vez le dejaban mayores ingresos económicos y una incipiente fama en el ambiente local. Sólo en 1938, volvió a los escenarios de ópera, en obras italianas del gran repertorio, como Madame Butterfly, Cavallería Rusticana, Pagliacci, Otello, La Bohème, La Gioconda, Aida y El Trovador. Las críticas y testimonios de quienes lo vieron en esa época en México, dan cuenta de buen un intérprete, que realiza sentidas interpretaciones. De este período artístico, no se tienen registros fonográficos en vivo, pero si fílmicos. Dos películas mexicanas de principios de la década del ’40: “Fantasía ranchera” y “Sueño de una vida”. Ambas películas intercalan números musicales a las partes habladas, como era tradición en el país azteca. En la primera, interpreta a un ingenuo y enamorado joven. En la segunda, tiene una breve aparición cantando un tema de Miguel Lerdo de Tejada, compositor mexicano.
Según palabras del propio Vinay, fue la dirección de la ópera de México la que sugirió hacer el cambio que le daría un giro a su carrera artística, internacionalizándolo. Se le ofreció cantar nuevamente la ópera Otello de Verdi, esta vez no en la cuerda de barítono, sino que el papel protagónico, es decir como tenor. Aún parece extraña esta decisión, pero viendo los resultados, nos atrevemos a decir que fue acertada. Al parecer, fueron claves los consejos que recibió del tenor belga Rene Maison. Es así como el 27 de Junio de 1944 Ramón Vinay debuta como tenor en Otello, rol que lo iba a marcar para siempre. Fue un gran triunfo, inesperado para el público y crítica, quienes al parecer creían que se había equivocado al tomar ese camino. Como anécdota, cabe decir que en una de las dos funciones que se realizaron, el personaje de Yago (el barítono), fue interpretado por otro chileno, Carlo Morelli. Este último era un cantante que había pisado muchos escenarios importantes y era hermano de Renato Zanelli, otro gran intérprete de Otello. Carlo Morelli había italianizado su nombre para no ser confundido con su hermano. En realidad él se llamaba Carlos Zanelli Morales. Como Vinay, su padre era europeo, en este caso italiano y su madre chilena, de Valparaíso.
Ahora bien, Vinay no se quedó ahí. En esos mismos días hizo otro debut, con la seriedad y trabajo que lo caracterizaban. Sansón, en Sansón y Dalila del compositor francés Camille Saint Säens, uno de sus roles más logrados. Luego, fue alargando su repertorio de tenor con Cavaradossi en Tosca, y Radamés en Aida. La aparición de este "nuevo tenor" no pasó desapercibida en Estados Unidos. Desde el City Center de Nueva York lo contrataron para cantar Carmen en Septiembre de 1945. La primera actuación de muchas que vendrían en ese país.
Entre 1945 y 1948 la fama de Ramón Vinay creció exponencialmente. Debutó en el Metropolitan de Nueva York con Carmen el 22 de febrero de 1946 y recorrió gran parte de Estados Unidos cantando esa ópera. Más tarde se sumaría a las presentaciones de Otello, Aida, Sansón y Dalila y el debut en Pagliacci y Louise, de Charpentier.
Por ese entonces, el director de orquesta Arturo Toscanini, quien había trabajado directamente con Verdi, Puccini y otros compositores de la llamada escuela verista, buscaba un tenor para su grabación de Otello. Vinay, que había cantado hace poco el rol en Estados Unidos, audicionó para el maestro.
+Fin de la primera parte+
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